Anotaciones sobre Enrique Martí y Antonio
Bustelo
y su contribución musical a
nuestra Semana Santa
@ Francisco
Morales Basurte
Las crónicas nos revelan una
destacada presencia musical en la Semana Santa Castreña, especialmente en la
modalidad de banda, desde principios del siglo XX, aunque este bagaje artístico
se había venido forjando anteriormente con la labor de dos distintas
agrupaciones que en el año 1900 re refundieron en una sola, “renovando sus instrumentos y encargando su
dirección a un funcionario público que revela ser un buen profesor y compositor
(¿D. José Díaz Carretero?), quien ha
logrado que la banda esté a una altura que nada tiene que envidiar a la de
cualquier capital, realzando en estos días de Semana Santa con su asistencia
los distintos actos a que ha concurrido”
(C. G. en Diario de Córdoba
18-3-1900).
La reorganización de la Cofradía de la Soledad y Santo Entierro,
iniciada en 1927 y culminada con la aprobación de sus modificados estatutos en
1930 por los que pasó a denominarse Cofradía
del Santísimo Cristo Crucificado, Santo Sepulcro y Soledad de Nuestra Señora,
afectó también a sus marchas y
composiciones musicales, como podemos recoger de unos apuntes históricos de la
misma aparecidos en el Boletín Informativo Municipal (especial Semana Santa
1984): “uniéndose a las ya interpretadas
con anterioridad otras nuevas o adaptadas, designándose como oficiales, a
partir de 1930, las conocidas por “El Centurión”, atribuida por unos al
compositor Teixidó y otros a Martí; “El Entierro”, de autor apellidado Bustelo;
“El Cristo del Carmen” y “Pobre hija mía”, compuestas por D. Francisco Algaba
Luque, hermano ligado a la Cofradía durante muchos años y que llegó a ser
Mayordomo de la misma”. En aquel afianzamiento musical se denota palpablemente
la experta y autorizada mano de D. Paco Algaba, que armonizó en el mismo sus
facetas de cofrade, melómano y compositor.
Algunos antiguos hermanos y
músicos -–ya desaparecidos— me comentaron que las incorporaciones de 1930
fueron las dos citadas marchas fúnebres del Sr. Algaba Luque, ya que “El
Centurión” y “El Entierro” eran piezas obligadas en el repertorio del Viernes
desde muchos años antes, aunque no fuera hasta esa última fecha cuando se
realizó su instauración definitiva, lo que también pude confirmar viendo unas partituras
de ambas composiciones transcritas en 1927 por J. Reñé, a la sazón director de
la banda municipal, y otra de “El Centurión” –diluida y ajada por el paso del
tiempo-- copiada de puño y letra por mi padre, que con su saxo alto y vestido
de romano intervino varios años en la tarde-noche del Viernes Santo. (Aunque no
lleva fecha, se puede datar entre 1927 y 1929).
La obra del Maestro Algaba y su
aportación al acervo musical de la Semana Santa Castreña es de sobras conocida
y no es mi propósito ponderarla en este momento; es hoy mi intención comentar
algunos apuntes, sacados de aquí y allá, sobre dos autores que, aun no siendo
castreños, dejaron entre nosotros la impronta de su inspiración con la
composición de “El Centurión” y “El Entierro”, marchas que aunque también se
interpreten en otros pueblos cercanos, siempre las hemos considerado como
propias.
MARTÍ
Por ahí había que indagar y
después de una paciente labor de consulta y selección (sobre todo a través de
la Biblioteca Virtual de la Prensa Histórica), pude encontrar algunos
interesantes datos:
1. La existencia de un compositor
con una amplia obra musical, especialmente de zarzuelas, aunque también de
polkas y alguna marcha: ENRIQUE MARTÍ
PUIG (ca. 1840-ca. 1.900).
2. Este compositor
fue también director de una compañía lírica, que actuó en varios pueblos de la
provincia de Córdoba a finales del s. XIX.
3. El 3 de diciembre
de 1904 se celebró en la Parroquia de la Asunción una Misa solemne, de la que
el corresponsal del periódico “El Defensor de Córdoba” escribió una extensa crónica,
en la que se puede leer: “La misa cantada
ha sido la del célebre maestro don
Enrique Martí (…), acompañando también a la orquesta el notable violinista
y letrado, nuestro muy querido amigo don
Francisco Algaba Luque.”
Estas referencias
hacen que me incline por don Enrique Martí Puig para atribuirle con algo más de
fundamento la autoría de “El Centurión”, teniendo en cuenta la ubicación
cronológica de su obra (finales del s. XIX) y la circunstancia de que D. Paco
Algaba conocía al menos parte de ella al haber interpretado su Misa solemne. Y constando su ingente
actividad (en música y tantas otras aptitudes) bien pudo relacionarse con él en
sus actuaciones cercanas.
Pero esta
apreciación no deja de ser una personal conjetura,
que necesita ser
confirmada con otras pruebas.
BUSTELO
Con más seguridad se puede abordar la identidad del
autor de “El Entierro”. Igual que en el caso de “El Centurión”, tanto en el
guión de 1956 como en las partituras que he podido examinar de distintas
épocas, la más antigua de bombardino copiada por el veterano Fernando Alarcón
(aquél con porte de militar prusiano que figura en la más antigua fotografía de
músicos-romanos que ha llegado hasta nosotros), siempre se identificó en Castro
al autor simplemente por su apellido: Bustelo.
Conociendo que esta marcha también se interpreta en Puente Genil el Viernes y
el Sábado Santos, comprobé que allí ya se clarificaba más el asunto al
completarse con el nombre: Antonio
(aunque en una grabación que se puede escuchar en internet se la califica como
“popular”). Posteriormente, leyendo una entrevista que concedió D. Rafael
Carlos León Ramírez, director gerente de la Banda “María Santísima de la
Esperanza” a la revista “Córdoba Cofrade” (especial Semana Santa 2010), observé
que éste mencionaba al músico Antonio Bustelo Basadre como autor de dos marchas fúnebres. Mi buen amigo Antonio
Muñoz Caravaca, que tantas veces la tocó cuando era miembro de la banda
municipal castreña --ahora integrado con
su clarinete en la de la Esperanza-- me informó de que en el archivo de ésta se
conserva la partitura de “El Entierro”, aunque no la han montado nunca, y que,
según le comentó su director, esta marcha y “Pobre hija mía” las interpretó la
banda municipal de Córdoba antes de la guerra. (De nuevo se entrevé la mano de D. Paco Algaba, que tuvo una probada amistad y relación musical con D. Mariano
Gómez Camarero, director de la misma).
Conocido ya el
nombre completo del autor, nuevamente la Biblioteca Virtual de la Prensa
Histórica nos ofrece interesantes datos sobre su trayectoria musical, que
vuelve a situarnos en los albores del siglo XX. Por el diario El Defensor de Córdoba se puede
constatar que el 7 de junio de 1900 tenía el cargo de Músico Mayor (director)
de la Banda del Regimiento de Infantería “La Reina” con guarnición en Córdoba, que
ocupó hasta el 22 de marzo de 1912, en que fue trasladado a Alcoy para dirigir
la banda del Regimiento de Vizcaya. Curiosamente, en su puesto en Córdoba le
sucedió D. Manuel López Farfán (autor, entre otras, de las difundidas marchas
procesionales Pasan los campanilleros
y Estrella sublime).
Don Antonio
Bustelo Basadre fue un prolífico autor de pasodobles y marchas: Algabeu, Nápoles, Año nuevo, Princesa, Otaola, Cuarto distrito, Miramar, El capitán
Soriano…, aunque cultivó otros géneros musicales como la gavota en su Capricho instrumental o el poema
sinfónico en El combate de El Callao.
Su obra se vio premiada con la concesión, el 8 de febrero de 1916, de la Gran Cruz
de Isabel la Católica.
Bastante más
tarde, el periódico La Vanguardia de
Barcelona en su edición del 20 de julio de 1927 reseñaba los interesantísimos
trabajos llevados a cabo en Marruecos por los músicos militares Bustelo y Quirós, de recoger de viva voz y recopilar la música
árabe-andaluza del período del Califato de Córdoba. Y el 9 de mayo de 1928
el mismo diario destacaba la labor que D.
Antonio Bustelo, Músico Mayor de la Brigada de Cazadores, había llevado a cabo
de recopilación de la música árabe-andaluza. Estas noticias me llevaron a
conocer la existencia de la Colección A. Bustelo y a través de ella poder
bajarme una ficha con la partitura, escrita y firmada por nuestro personaje, de
una de las canciones recogidas en Marruecos hacia 1919, titulada “Rey envidioso
de su sobrino” (versión del popularmente extendido romance andaluz y castellano
de D. Güezo o D. Bueso).
Tuvo que gozar
de un gran prestigio en el ámbito musical cordobés de su tiempo, pues en dos
ocasiones lo encontramos, junto a D. Cipriano Martínez Rücker, como miembro del
tribunal examinador para cubrir la plaza de director de la banda municipal de
Córdoba.
Y entrando de
nuevo en el terreno de las conjeturas, seguro que tuvo que tener conexión con
don Paco Algaba y, a través de ella, realizarse la adopción en Castro de su
marcha “El Entierro”.
Castro del Río,
febrero 2013.
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